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Un Dios de un nuevo mundo

Entregado a una historia se sienta el novelista en su escritorio e imagina lo que la mano en el papel plasma, las letras se distribuyen a lo largo de las páginas y los personajes del relato, cobran vida. Aquel hombre observa su creación andante y se da cuenta que es el Dios de aquel mundo disuelto en tinta, al ser proclamado rey toma el poder y promete defender ha aquellos seres fruto de su mente, con el tiempo y el pasar de las hojas su pueblo crece y se convierte en un mundo. Un mundo en donde sus principios y sus ideas se cumplen habiendo uno que otro pillo clandestino que se escapa a su poder consciente.

En determinado momento, se agota la tinta de la pluma y el escritor despierta de su anhelado sueño y va en busca del alma de su arma creadora, pero, mientras se ausenta, un maleovolo personaje huye del papel y tropieza con el vaso de liquido en la mesa, derramando un oceano sobre aquel mundo indefenso a las inhundaciones. Al oir los gritos el escritor regresa y observa con tristeza el destino de su pueblo, las lagrimas y la furia recorren su cara aborbotones.

Finalmente, se retira resignado, y se dirige a su cama languidisente. Pero de repente, y sin previo aviso un grito ahogado llega a su oido y con la esperanza en sus ojos acelera el paso de nuevo hacia el lugar donde se encontraba su mundo, y ve a unos de sus personajes flotando en una canoa y con la sonrisa en sus labios le afirma que todavia puede renacer de las cenizas.

De nuevo, entregado a la historia el novelista en su escritorio, finaliza felizmente su primer mundo encerrado entre las paginas y la portada.

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