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Días en islas desvariantes

Susan se encontraba en la mitad de la laguna, cubierta por el horrible fango verde y la espuma contaminada por la basura de los alrededores. Una lagrima espesa y negra rodaba por su pomulo derecho, un cuadro de picasso abandonado en la mitad de la selva. Su cabello era una maraña de suciedad, podia compararse con un nido de ratas o castores o quizá con un cangrejo ermitaño, una especie de extraterreste de pelicula de terror. Se hallaba sola, hecha escombros, entregada a aquellas aguas inmundas, infestadas por mosquitos. Ricky habia dejado de buscarla hace mucho tiempo, la esperanza de sus seres queridos habia desfallecido al hallar un collar y partes de su vestido nuevo atestados de sangre y trozos de piel seca, el tiempo habia pasado rapido y su noticia se habia convertido en algo tan efímero como el listado de promociones diarias en el supermercado, un caso incompleto más que se abalanzaba contra las hojas de los periodicos que hoy eran envoltorios para pescado. Había viajado en epoca de lluvias con un par de sus amigos a la selva del amazonas para estudiar un tipo de rana venenosa que afectaba la salud humana, pero en el trayecto habian perdido la gasolina y a un agujero que se habia creado en el exosto del automovil lo habia dejado inservible, inestable y envenenado. Su paseo fue interrumpido y continuado a pie, por lo menos hasta encontrar ayuda o alguna fuente de combustible estable que sirviera para arrancar el auto. Tras horas de caminar y divisar distintas posibilidades se echaron en los matorrales aun bajos y durmieron, sin despertar.

Al día siguiente Susan impuso su dulce y radiante sonrisa al sol, y esté oculto su brillante lado con un tenue eclipse, ella camino desorientada un par de metros hacia el este, zigzagueando entre arboles y animales venenosos y peligrosos que cruzaban el suelo húmedo hasta llegar a una imponente y deslumbrante laguna, allí vislumbro a un alto y hermoso hombrecillo que la observaba con dulzura sumergido en la mitad del lago, ella, hipnotizada por su belleza tomó su mano y se adentró en las profundidades, durante meses, años, instantes incontables para un tiempo discontinuo.

Un amanecer se convirtio en un momento cotidiano y escaso, mientras la noche era una primasia inalcanzable, una simple utopía para la sombra de la muerte, la llamarada de la selva que captura y envenena, luego liquida. Una viuda negra en diferentes tapas y envolturas. ¿Que paso con ellos? nadie lo sabe, ¿donde se encuentra aquella sombra errante? solo la selva y la laguna inhospita responden a esa pregunta inconclusa, mientras te toman con sus filosas garras para si.

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