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Posesiones

En un cementerio no muy lejano a la calle principal, llora una niña desconsolada, lastimada por las dagas que dia a dia la atraviesan en su casa, por el fuego que la consume debido a la ira y la tristeza que la envuelve la ausencia de su madre. Ella no entiende el porque su padre se ve tan radiante a diario sabiendo que la bella mujer que alguna vez estuvo a su lado yace en medio de la tierra pero permanece al lado de ella, sonriendo, ayudandole a no desfallecer y sosteniendo su mano en medio de la noche para que los monstruos del closet no la rapten a la madrugada mientras su padre duerme junto a su nuevo amor.
Mariana solo tenia 3 años cuando vio a su madre caer por las escaleras despues de un fuerte desmayo, una enfermedad de 1 en un millon la habia devorado por dentro, acabando con sus visceras, sus organos, su cerebro, y su apariencia fisica, era un vegetal podrido que se habia debilitado hasta el punto de desaparecer, la pequeña niña lo habia observado todo sin comprenderlo, sin saber porque un día tuvo que acompañar a su padre vestida con un diminuto y elegante trajesito negro a un campo repleto de gente mientras metian una gran caja dentro de un agujero, no entendia tampoco porque todos lloraban en aquel lugar mientras su padre la tomaba en brazos y le decia que todo iba a mejorar, que mañana el sol se pondria como siempre y que su mami la acompañaria a donde fuera, que siempre se encontraria en su corazon para ella. Aquella tarde michael la llevo a la mejor heladeria, la dejo escoger todos los sabores que deseo y todas las bolas de helado que pudo comer, la llevo a los juegos y a la pizzeria, mariana le observaba desde lejos, lo veia llorar a ratos e irse entre pensamientos, era tan extraño ver a su padre perder su sonrisa encantadora tanto tiempo, y su mamá ¿donde se hallaba, los esperaba en casa o se habia marchado para siempre?
Finalmente los meses pasaron y ella noto que su madre no estaba como siempre pero que aun permanecia alli, que la arropaba en las noches y que le contaba historias nuevas, más mágicas y tragicas que las de antes. Anne se veía algo absorta, detenida en el tiempo agonizante, distante al mundo al que había pertenecido alguna vez, como si la vida la azotara a diario con un latigo castigando sus culpas, los años no habian marcado solo los rasgos de su madre sino que tambien su padre habia modificado su apariencia, su vocabularioa, ahora el volvia a sonreir, una sonrisa que no observaba desde la visita ha aquel campo desastroso del pasado ya hacia 2 años y ahora solia abrazar y llamarle cariño a una mujer alta y amargada que solia ir a la casa a diario. A Mariana no le simpatizaba aquella mujer, ni a su madre tampoco, ella le decia a la infante que era una simple impostora, un reemplazo de su papel.
La niña la odiaba, y le decia a su padre constantemente que aquel monstruo habia salido del closet para atormentarla, para llevarse lo poco que le quedaba de su Anne, que ella continuaba alli observandolo todo mientras el la ignoraba. Ella no entendia como habia dejado de querer a su progenitora si aun estaba alli, al lado de él, tomandolo de la mano e invitandolo a continuar con la vida que llevaban antes. Michael llevo a la niña a distintos psicologos, todos afirmaban que habia sufrido un trastorno psicologico debido al impacto que le habia causado la muerte de Anne, y que ahora eso lo reflejaba rechazando y oponiendo sus recuerdos a la presencia de su novia en el hogar.
Michael rechazo todas las peticiones de mariana, se negó a ceder a sus caprichos, se entrego a la unión de su noviazgo apartando a su adorada hija poco a poco, cambiandola por otra más grande, aportandole el cariño que alguna vez le habia pertenecido a ella, creandole más rencor, más violencia y confrontación en su interior, ennegreciendo su aura. Una noche puso fin a todo, mientras se encontraba durmiendo, ella tomo poder de un cuchillo y en un impulso desenfrenado lo apuñalo como a un misero trozo de filete, le corto la garganta y le destrozo la cara a cortadas, el no pudo hacer nada, sus musculos no reaccionaron a tiempo, cuando el dolor aparecio ya era tarde, todos los edificios de sus pensamientos decaian a su alrededor mientras su muñeca lo destrozaba salvajemente, era un demonio, un ser malvado, sin inocencia, no era su hija. Ella escuchaba su palpitar suplicante, agonizante, familiar. Sus ojos azules eran una masa sin forma, un cuerpo sin alma, ya no quedaba nada, ni familia, ni sentido común, ni sangre. Solo habia desquicio, locura incontrolable y una madre fantasma que acompañaba a su hiriente hija en un cuarto de paredes blancas, de mañanas sin futuro, de estructuras sin esencia.

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