Ir al contenido principal

Un diario de lluvias

Hace tiempo que no veía la ciudad con sus mil paraguas. Creo que es la nostalgia que trae el verano, esa que solo deja tiempo para pensar en cómo se verían las leves gotas en las mañanas, en donde el austero frío cobijara nuestra cama para más tarde levantarnos con una taza caliente del más rico chocolate. Hoy tuve el enorme deseo de lanzarme a un charco, de esos inmensos en los que jugabas cuando pequeño, de los que te llenaban de agua sucia la ropa y el cabello, donde naufragaban los renacuajos y barcos de papel que más tarde se irían con la corriente de las alcantarillas. Se me ha hecho un día de recuerdos, de esos en donde sonríes sin saber porque, en donde los ladrillos te parecen bellísimos y las gotas de agua son poesía. Eso lo explica todo. Como llegar cansado de una jornada de estudio con el único objetivo de ponerte el pijama un martes a las 3 de la tarde y sentarte junto a la ventana a almorzar lo poco y nada que hay en la nevera, coger un cuaderno y una pluma y escribir, cosas como está, cosas sin sentido, cosas llenas de emociones. Con las que solo paras por un pedazo de comida, ¡rayos! Rica comida, lástima que no hubo un charco inmenso, solo uno que cubría los zapatos, aunque eso basto para sentir el calor de entrar al apartamento, de sentir que debías estar allí y únicamente allí en este instante, sin saber que pensar, sin tener nada para hacer y sin nadie que te recibiera, solo tú y aquel pedazo ínfimo de papel, lleno de divagaciones y gotas de lluvia. Es fascinante creer como va de bien una larga llovizna después de tanto sol, es genial quedarse viendo nada, aparte de las gotas que caen para quedar olvidadas en la acera, unas dentro de las mismas gotas, otras quizás nos acompañen a casa. Hoy más que nunca disfruto la soledad extraña que existe cuando llueve, hoy soy una escritora de película, sentada en su sillón favorito, ilusionada y creyente de que aquel insulso plato de papas y crema es su comida favorita, con el pijama como algunos días ya añejos solía disfrutar las mañanas de invierno y con aquella taza de buen chocolate, que solo yo sé preparar. Hoy es un día en donde los locos pueden dejar de soñar, para vivir un ratico la naturaleza dentro del agobiante bullicio de la muralla de cemento.


Quizás los transeúntes de las calles y buses solo sueñan con llegar a casa, tomar esa mantita que los acompaño toda la vida y recostarse en su sofá favorito con la persona que más aman… yo solo quiero disfrutar ahora la comida y ver como la calle se va llenando de recuerdos de infancia, quizás algún grande de alma aún más inocente los recoja y los lleve a su casa o como yo, a los charcos.



Al final sonó el soundtrack de cierre y el telón cerro la función, siempre al lado de la ventana. Curiosamente apareció aquel video.






Comentarios

  1. No sé como llegué aquí, y sabes?: me gusta tu texto de prosa poética - puritita poesía - ...

    Adoro la lluvia, el otoño y siento esa atracción por los charcos, casi obsesiva.

    Así que me quedo, y si me permites, seguiré pasándome por tu txoko.

    Saludos. * Soco

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Escaparates de la luna

Entradas populares de este blog

100 COSAS PARA HACER ANTES DE QUE SE ACABE EL AÑO

Lo más probable es que haya sido por envidia o quizás solo fuese el simple placer de pensar en imposibilidades factibles, en cualquiera de los casos está es mi lista de 100 cosas que quiero hacer por lo pronto, espero se animen a hacer la suya: 1 .        Escribir un poema que me haga recordar algo que aún no sucede 2.        Regalarle un abrazo a un desconocido en una noche fría. 3.        Viajar a un lugar con cielo despejado 4.        Caminar sin rumbo unas cuantas horas 5.        Encontrar algo y empezar una colección de cosas perdidas 6.        Rodar colina abajo esquivando los árboles 7.        Hacer un picnic con mi hermana 8.        Preparar un pudín 9.        Darle ese pudín al hombre iguana proveniente de la lejana estrella 10.    Hacer Pan con nueces 11.    Retomar aquella novela que había comenzado hace un año 12.    Darle una sorpresa al hombre de la luna 13.    Preparar un postre con papá que aún no se haya inventado 14.    Salir a caminar c

Historias cortas con puntos suspensivos (Pequeña intromisión desde algún rincón de México)

Ilustración por  ben chen Caminaba por Patriotismo rodeada de olor a jengibre y embelesada con el hilarante tarareo de una canción de la que no podía recordar la letra. Miraba al cielo como quien aún cree en los sueños y anhela dormir en las nubes en plena noche de verano. Le gustaba llamarse así misma estrella y se narraba en silencio historias para conciliar el sueño. Cantaba en el metro Tasqueña de lunes a vi ernes con excepción del martes, día en el que se sentaba en lo más profundo de la estación de camarones a contar hombres con bigote. En el país sobraban personas, pero se carecía de soñadores, por eso sin falta cada martes los buscaba con ojo de costurera y los dibujaba uno a uno en el reverso de servilletas viejas.  Más una noche nadie la volvió a ver y tampoco les importo su ausencia, excepto a mí, quién en el fondo cree que salió volando y ahora nos dibuja acurrucada en el centro de uno de los cráteres de la luna. Para mi mejor amigo, a quién le gusta

Frente a las estrellas

¿Es esa mi alma? si, la que huye bajo el travesaño de la puerta temblorosa y gris mimetizandose con mis palabras. ¡Oh! será triste y quejumbroso su destino, no creo que la reconozcas mi azulejo de pecho rojizo, pues ha cambiado tanto que no la creo mía. ¿Me diras si se ha estancado en mi charco? o ¿La dejaras sin compañia?