Él la cita al banco del parque el Virrey,
allí donde a diario cuentan las hojas que aún
le quedan al árbol.
Ella llega con su vestido palo de rosa,
y sus perlas grises,
flotando entre el viento.
Él le toma su mano,
y le deposita un recorte de papel
en su pálida palma.
Ella lo mira,
aún atonita,
aún inmóvil.
Él se para,
guarda sus manos en los bolsillos,
y camina hacia el árbol,
con la cabeza en alto,
y una sonrisa en aumento.
Ella guarda el retazo en un bolsillito,
silencia a su corazón alborotado
para que las palomas no huyan
y desde una esquina le grita
que volverá mañana.
Parece que la primavera se ha adelantado,
de nuevo.
allí donde a diario cuentan las hojas que aún
le quedan al árbol.
Ella llega con su vestido palo de rosa,
y sus perlas grises,
flotando entre el viento.
Él le toma su mano,
y le deposita un recorte de papel
en su pálida palma.
Ella lo mira,
aún atonita,
aún inmóvil.
Él se para,
guarda sus manos en los bolsillos,
y camina hacia el árbol,
con la cabeza en alto,
y una sonrisa en aumento.
Ella guarda el retazo en un bolsillito,
silencia a su corazón alborotado
para que las palomas no huyan
y desde una esquina le grita
que volverá mañana.
Parece que la primavera se ha adelantado,
de nuevo.
Comentarios
Publicar un comentario
Escaparates de la luna