Hace doscientos años le robe un beso mientras dormía, sus labios no se sintieron como me lo imaginaba. Nunca pude entender su sabor, solo sabía que cuanto más cerca estaba de ellos, mejor me sentía... Era como darle vuelta al reloj de arena de la vida: ahora lo inevitable era ser parido, en un mundo que se sumergía en el océano.
Océano como el que esa gota de saliva de mis glándulas fue para ella, cuanto hubiera dado por haber puesto una mano sobre su carne sudorosa y firme, cuanto hubiera dado por que ella hubiera puesto las suyas sobre las mía, fría y nerviosa... Pero ya van muchos, quizás demasiados años después de eso y heme aquí, pensándola.
El sol se pone lentamente desde el medio día, pero ¿Cómo puede ser un día lento comparado a tantas décadas? - Como darle la vuelta a un reloj de arena de la vida, Sí! así se sentía.
Con el cariño añadido de Julián.
Océano como el que esa gota de saliva de mis glándulas fue para ella, cuanto hubiera dado por haber puesto una mano sobre su carne sudorosa y firme, cuanto hubiera dado por que ella hubiera puesto las suyas sobre las mía, fría y nerviosa... Pero ya van muchos, quizás demasiados años después de eso y heme aquí, pensándola.
El sol se pone lentamente desde el medio día, pero ¿Cómo puede ser un día lento comparado a tantas décadas? - Como darle la vuelta a un reloj de arena de la vida, Sí! así se sentía.
Con el cariño añadido de Julián.
Comentarios
Publicar un comentario
Escaparates de la luna