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Mostrando entradas de marzo, 2015

Achotal y las estrellas

Todas las noches cuando los grillos y los sapos murmullan en la ciénaga, me siento junto a los árboles de cacao a cantarle a las estrellas acompañada por mi perro Toby. Esperando ansiosos a que alguna de ellas cumpliera nuestras suplicas. Recuerdo muy bien ese día en la vereda. Mis hermanos salieron a trabajar donde Don Javier, a recoger la mercancía que debía ser mandada a otros lugares del país. Desde que el gobierno había empezado a disminuir los cultivos, el trabajo había empezado a escasear y María, Soledad y yo habíamos tenido que dejar el colegio y dedicarnos a viajar todas las mañanas hasta el pueblo a trabajar en las casas de las Doñas. Pasábamos el día barriendo, lavando y quitando el polvo de aquí y allá. Pero esa mañana de martes, las Doñitas nos despidieron del trabajo y regresamos a casa sin un peso. Poco después mis hermanos trajeron las mismas noticias y todos nos deshicimos en llanto. El calor era sofocante, teníamos hambre y solo un par de gallinas viejas, un plát

Por supuesto que me acuerdo de ti

Adorada Luce, Por supuesto que me acuerdo de ti. Cómo haberte olvidado,  si conozco la curva de tus labios y la facilidad de tu ceja para arquearse cuando no entiendes mis preguntas. ¿Cuántos barcos te ayude a pintar en las puertas de cada viaje? ¿Cuántas veces lanzamos aquellos botes salvavidas por la borda? ¿Cuántas noches te he pensado? Hace dos años encontré un sobre vacio con tu dirección bajo la puerta y tuve miedo de escribirte, pero te juro por Dios que las estrellas me obligan a hacerlo. Es Abril al igual que cuando huiste de casa y contrataste con tus ahorros un pequeño bote pesquero a un marinero con un nombre impronunciable. Era más joven en ese entonces y tú sonreías como los ángeles porque te embarcabas en la aventura de tu vida. ¡Qué equivocada estabas! No fue tu vida la que cambio, sino la mía. Cada mañana solías poner Rock and Roll en la radio y despeinar tu melena mientras la luz del sol inundaba tus ojos, cambiando el océano de color con solo respirar. Fuero

Judith

Ella se fue en Abril de un año que no quiero recordar con un As bajo la manga. No sé si sabía apostar o si alguna vez jugó póquer con sus amigas, pero sé que tuvo cinco hijas y un hijo y otros más a los que les dio hogar cuando otros les dieron la espalda. Nació un trece de agosto de 1917 tenía noventa y tres años y la vitalidad de una jovencita de veinte, de la cual se servía para salir sola cada miércoles al mercado a comprar los víveres para la casa de su hija menor, no porque ella se lo pidiera, sino porque eso la hacía sentirse útil. Le gustaba salir de paseo con nosotras: sus nietas y ser una niña más, subirse a los toboganes, inscribirnos en clases de matemáticas, piano, arte y deportes sin dejar nunca de acompañarnos. Se codeo con los alcaldes, gobernadores y presidentes de la época, fundó cinco escuelas en la ciudad que la acogió durante largos años.  Fue maestra, concejal, diputada y representante a la cámara. Nunca dudo en entregar cestos de mercado en los barrios sin techo