Estabas allí como en otras ocasiones impidiendome consiliar el sueño, cerrando las puertas y abriendo las ventanas para que el ruido de la ciudad nos inhundara solo a los dos. Relatabas cuentos de mundos lejanos, de vidas pasadas y promesas perdidas. Te observaba sin hablarte, porque ni las palabras me permitirian rozar tu dulce boca, te devolveré a la Tierra, junto a mí. Así no tendras que volver a fugarte.
Tras el alféizar de la luna radiante....