Tan rojizas como la sanguina eran las manchas en la selva. Tan lúgubres y tan grandes como el odio que le tienen algunos hacia lo que les parece irrelevante. Decían que eran humanos, pero yo solo vi maquinas. que acorralaban animales primero en pequeñas casas, luego en grandes edificios. Poco a poco, todo se homogenizaba y la selva cada vez más vacía se llenaba de mascaras, hechas de recuerdos vagos de historias lejanas. Solo queda una incipiente ilusión sembraba bajo un cesped postizo. Espero no estar aquí para cuando el telón caiga. Y esta luna al igual que lo demás, desaparecerá entre la chatarra, de lo que las grandes máquinas denominan: correo basura.
Tras el alféizar de la luna radiante....