Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de agosto, 2011

Sombras

Eran las luces del alba las que replicaban mi atención, era el aire incandescente de la noche el que apagaba mis energías. Foto de Danilita21 :D

Sucesos

Te mire a los ojos, sonreiste. Era el final de la tarde y yo resguardaba impaciente tu despedida del día que pasaba.

Aveces nos sentimos solos

Como en las tardes de tiempos adversos, hoy miro el cielo y pienso en los hombres del espacio.

Alma y locura

El musico entra en extasís, el vaíven de sus dedos en el piano desean tomar las notas y acariciarlas, tomar con ellas unas cuantas copas y dormitar en el plano de lo intangible. Cada movimiento es un golpe en la escena pasional en la que estan envueltos la música y el pianista, no hay espectadores, no hay orquesta, solo sus oidos, sus rostros y la pasión. Es el calor y la locura, son los cuerpos musicales en movimiento, es un sol y un re aclamando por trepar a la cima. Al llegar el final tanto espectadores como musicos enloquecen, el violinista siente el furor, el chelo grita con locura demoniaca y el solista aclama con sus manos más y más, todos quieren acabar la sed para volver a retomarla, y llegan uno , dos y el silencio rotundo irrumpe el sudor del auditorio, Mozart acaba de colisionar por ahora. En un rato regresara Bach y cerrara Handel, pero el aire seguira siendo el mismo, una unión entre alma y locura.

Filarmonica del alma

El vibratto retumbaba en la sala, un allegro, un soprano, un violinchelo insesante... Mi alma estaba ingravida, elevada entro mundo, en otra dimension distinta, donde el cuerpo estaba desnudo, donde el alma respiraba junto a Mozart, donde las paredes no existian y solo que daba el violin veloz en el escenario.

Caminata

Es un día de senderos, de cruzes bajo la luz del sol, respirando profundamente el aire, aquel olor a pasto que se filtra de los jardínes y se mezcla con el asfalto hirviente de la calle, aquel calor sofocante que encandila la piel con el leve roce del instante. Pasos van y vienen, y el bullicio de la gente sofocada por el tiempo llega a los oidos de un público espectador, de unos vigias que divisan desde sus balcones el ajetreo de la ciudad mientras saborean las últimas gotas de un café caliente, hipnotizados por el aroma hogareño de una cabaña, de los cafetales en la montaña y de la brisa del campo, de ese que se aleja en este momento del lugar. Vuelve el ruido, y el silbido de los callejones se filtra en un eco fantasmagorico, interrumpido por los ladridos de una pelea entre un perro fortachón y un gato embustero. El parque se aglomerada rapidamente de niños embueltos en risas juguetonas, en conversaciones de un mundo ilusorio, un guitarrista ambulante toca una de esas sonatas que

Desazón mundial

Pensaba: ¿Si el aire que respiramos se desvanece con la presencia de la guerra, como subsiste la lucha? De niños, ¿A que bando perteneciamos, al de lo imposible o al de la realidad acelerada que se inventaron los adultos en su pelea de armas?