Se fumaba un cigarrillo y miraba al horizonte, disfrutaba de aquel olor quemado y asfixiante. Se bebía su expresso con la ilusión tajante del mañana incierto. Pintaba formas de nubes en el lienzo mientras un frenesí de inspiración le consumía velozmente las manos. Las cerdas del pincel acariciaban sus fantasías, el drama de la vida corría hecho tinta y sus ojos negros poseían la sagacidad de un gato. Tanto lo recuerdo, que a veces creo que hace mucho lo conocí.
Tras el alféizar de la luna radiante....