El musico entra en extasís, el vaíven de sus dedos en el piano desean tomar las notas y acariciarlas, tomar con ellas unas cuantas copas y dormitar en el plano de lo intangible. Cada movimiento es un golpe en la escena pasional en la que estan envueltos la música y el pianista, no hay espectadores, no hay orquesta, solo sus oidos, sus rostros y la pasión. Es el calor y la locura, son los cuerpos musicales en movimiento, es un sol y un re aclamando por trepar a la cima. Al llegar el final tanto espectadores como musicos enloquecen, el violinista siente el furor, el chelo grita con locura demoniaca y el solista aclama con sus manos más y más, todos quieren acabar la sed para volver a retomarla, y llegan uno , dos y el silencio rotundo irrumpe el sudor del auditorio, Mozart acaba de colisionar por ahora. En un rato regresara Bach y cerrara Handel, pero el aire seguira siendo el mismo, una unión entre alma y locura.