De piel caoba,
De ojos tristes.
Se tumba en la arena.
Canta por encima del clamor de la guerra
y compite con las balas
que sacuden su melena.
De piel dorada.
De ojos tristes.
Colabora en un asesinato.
Toma a una madre
y se vuelve complice de un crimen.
El niño yace sobre las aguas.
Su llanto acuna sus noches.
De piel blanca.
De ojos tristes.
Escribe en el borde de un acantilado.
Mutila en la soledad que solo da el silencio
las palabras vanas de su especie,
y siembra sueños entre las hojas,
para que el niño las riegue en las mañanas.
De piel azabache.
De ojos tristes.
Recuerda la sabana.
Siente el calor de las fieras,
la sangre en su espalda,
el orgullo en la mirada
dentro de una plegaria
que hace a los astros.
De piel transparente.
De ojos perdidos.
Distrae la vista.
Son todos en uno,
son ciegos desvalidos,
que entre sonetos claman
por la redención de la mezcla,
la libertad de las fronteras
y por el silencio de los corderos,
que aún se encuentran en las filas
al matadero.
De ojos tristes.
Se tumba en la arena.
Canta por encima del clamor de la guerra
y compite con las balas
que sacuden su melena.
De piel dorada.
De ojos tristes.
Colabora en un asesinato.
Toma a una madre
y se vuelve complice de un crimen.
El niño yace sobre las aguas.
Su llanto acuna sus noches.
De piel blanca.
De ojos tristes.
Escribe en el borde de un acantilado.
Mutila en la soledad que solo da el silencio
las palabras vanas de su especie,
y siembra sueños entre las hojas,
para que el niño las riegue en las mañanas.
De piel azabache.
De ojos tristes.
Recuerda la sabana.
Siente el calor de las fieras,
la sangre en su espalda,
el orgullo en la mirada
dentro de una plegaria
que hace a los astros.
De piel transparente.
De ojos perdidos.
Distrae la vista.
Son todos en uno,
son ciegos desvalidos,
que entre sonetos claman
por la redención de la mezcla,
la libertad de las fronteras
y por el silencio de los corderos,
que aún se encuentran en las filas
al matadero.
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