El silencio reinaba en aquella habitación hecha añicos, en aquel lugar desolado y perdido en los años y las buenas decadás, sus ojos se posaron en la alfombra y el olor a prado recorrio su mente como un flechazo, se alojó allí y tomo parte de una idea en construcción, sus recuerdos se abrieron paso entre las tinieblas y vislumbraron los jardines de aquel país desertico, colorido y bullicioso al que había asistido en uno de sus tantos viajes alrededor del mundo, el reflejo en aquel espejo hindú le recordaba a alguien, pero no podía recordar quién. Las hojas se mecian en los árboles y su mirada se encontraba en la lejanía; De repente sus pensamientos se interrumpieron por una voz en el fondo de aquel espacio destrozado, el guardia de seguridad necesitaba que desalojara, retrocedio por aquel entablado indeleble sin olvidar aquella alfombra y sus memorias.
El tiempo era tan irreal aveces que las ideas se perdian en la distancia, en los hechos triviales, fuera del hotel, sentado, observando como la gente se perdía en las calles atiborradas y se volvian una unidad simple e indiferente, un mar de desconocidos arrastrados a destinos distintos. Un reloj, una manta, una bufanda perdida, un boligrafo sin tinta, un tacón que chasqueaba, una risa atiborrada y un llanto compasivo. Los sonidos de la vida, de la existencia de una realidad se le atestaban en los oidos, mientras su ser moría en un pasado infructuoso lleno de desfalcos y ángeles caidos. Aquel día todo parecia tan monotono y rutinario, la vida era un misterio, pero la existencia se había quedado y olvido evolucionar en aquel tiempo banal.
Doblo la esquina y surcó el callejón más proximo para desaparecer de la masa de entes que se deslisaban en la acera, al parecer, infinita. Se encontró de repente al temido y aterrante cementerio central y recorrio las tumbas. Seres o entes que habían desaparecido con la vida, con los años, en aquel tiempo irreal, quizá, desigual. La muerte era trascendental para los conocidos y para el ser propio, pero el pasado era algo más aferrante, más mortifero y venereó. Paso lo que quedaba del día recostado en uno de los árboles que cubrían las frondosas y ostentosas tumbas que habían puesto los seres queridos de aquellas personas, al despertar la vida era diferente, la realidad era variable, la mente estaba despejada, el tiempo había sucumbido y colisionaba, El mundo caia. Conocia todo eso, Era la realidad constante de la cual huía, a la que más odiaba, porque allí el pasado no era el problema, sino el presente constante, lleno de errores, problemas, infamias y tristezas pero sobretodo lleno de gente, de sociedad manipuladora y maleable, que destruia ilusiones y chocaba los tiempos.
Corrió hacia su habitación hecha añicos, llena de pasados, de escapatorias pero sobretodo de silencio.
Las hojas continuaron su debil y armonico sonido en la distancia, el bullicio fluia en el asfalto y una sonrisa se aglomeraba en sus dulces y rojos labios, esperando a florecer.
El tiempo era tan irreal aveces que las ideas se perdian en la distancia, en los hechos triviales, fuera del hotel, sentado, observando como la gente se perdía en las calles atiborradas y se volvian una unidad simple e indiferente, un mar de desconocidos arrastrados a destinos distintos. Un reloj, una manta, una bufanda perdida, un boligrafo sin tinta, un tacón que chasqueaba, una risa atiborrada y un llanto compasivo. Los sonidos de la vida, de la existencia de una realidad se le atestaban en los oidos, mientras su ser moría en un pasado infructuoso lleno de desfalcos y ángeles caidos. Aquel día todo parecia tan monotono y rutinario, la vida era un misterio, pero la existencia se había quedado y olvido evolucionar en aquel tiempo banal.
Doblo la esquina y surcó el callejón más proximo para desaparecer de la masa de entes que se deslisaban en la acera, al parecer, infinita. Se encontró de repente al temido y aterrante cementerio central y recorrio las tumbas. Seres o entes que habían desaparecido con la vida, con los años, en aquel tiempo irreal, quizá, desigual. La muerte era trascendental para los conocidos y para el ser propio, pero el pasado era algo más aferrante, más mortifero y venereó. Paso lo que quedaba del día recostado en uno de los árboles que cubrían las frondosas y ostentosas tumbas que habían puesto los seres queridos de aquellas personas, al despertar la vida era diferente, la realidad era variable, la mente estaba despejada, el tiempo había sucumbido y colisionaba, El mundo caia. Conocia todo eso, Era la realidad constante de la cual huía, a la que más odiaba, porque allí el pasado no era el problema, sino el presente constante, lleno de errores, problemas, infamias y tristezas pero sobretodo lleno de gente, de sociedad manipuladora y maleable, que destruia ilusiones y chocaba los tiempos.
Corrió hacia su habitación hecha añicos, llena de pasados, de escapatorias pero sobretodo de silencio.
Las hojas continuaron su debil y armonico sonido en la distancia, el bullicio fluia en el asfalto y una sonrisa se aglomeraba en sus dulces y rojos labios, esperando a florecer.
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