Ella corre dentro de una burbuja de niebla, bajo una atmosfera escalofriante e inverosímil.
Sus ojos se enfocan en el extenso universo. Lejos, escucha el tenue aullido de un lobo hambriento que sin pensarlo ha salido en busca de comida, no solo para él, sino tambien para sus crías. Más tarde, su rostro se posa en un cuerpo sanguinolento que se arrastra bajo la sombra de un gran acre, Su llanto siembra semillas de hiedra, fruto de su lastimera existencia. Sus gritos se ahogan en el mar que florece de sus ojos desgarrados por el esfuerzo, mientras el carmín se disuelve en el liquido incoloro. De repente, aquel ser tan miserable gime, en un intento de hablar y el pequeño murmullo que alcanza a percibir su sistema auditivo es tan débil e indescifrable que se pierde en la distancia. Ella se acerca para poder contemplar su rostro pero esté se encuentra infestado de lodo y desperdicios debido a que no posee fuerza para alzarse y se ha ido arrastrando por aquella montaña. La escena es tan tragica y melancolica que cualquier ser humano racional hubiera entrado en un estado compasivo, pero ella no lo era, ahora solo era una sombra dentro de aquel espacio terrenal, sin posibilidad de intervenciones, simplemente una observadora de la vida.
Aquel hombre creía pagar por sus penas y culpas de aquella manera tan desastroza, creía que era la única forma de que su alma sanara. El no vio a la chica dentro de la espesa niebla, el no vio que su muerte se acercaba y lo observaba con indiferencia, que aquel ángel destino a servir a la parca se llevaría todo su sufrimiento hacia otra parte... que en el limbo se libraría un juicio y se desidiria su destino, él no sabía que ella le castigaría por el sufrimiento que le hizo pasar en vida, de una forma más cruel y eterna, sin repudio, sin dolor, sin lastima, porque ella ya no era humana, sino una servidora de la muerte.
Sus ojos se enfocan en el extenso universo. Lejos, escucha el tenue aullido de un lobo hambriento que sin pensarlo ha salido en busca de comida, no solo para él, sino tambien para sus crías. Más tarde, su rostro se posa en un cuerpo sanguinolento que se arrastra bajo la sombra de un gran acre, Su llanto siembra semillas de hiedra, fruto de su lastimera existencia. Sus gritos se ahogan en el mar que florece de sus ojos desgarrados por el esfuerzo, mientras el carmín se disuelve en el liquido incoloro. De repente, aquel ser tan miserable gime, en un intento de hablar y el pequeño murmullo que alcanza a percibir su sistema auditivo es tan débil e indescifrable que se pierde en la distancia. Ella se acerca para poder contemplar su rostro pero esté se encuentra infestado de lodo y desperdicios debido a que no posee fuerza para alzarse y se ha ido arrastrando por aquella montaña. La escena es tan tragica y melancolica que cualquier ser humano racional hubiera entrado en un estado compasivo, pero ella no lo era, ahora solo era una sombra dentro de aquel espacio terrenal, sin posibilidad de intervenciones, simplemente una observadora de la vida.
Aquel hombre creía pagar por sus penas y culpas de aquella manera tan desastroza, creía que era la única forma de que su alma sanara. El no vio a la chica dentro de la espesa niebla, el no vio que su muerte se acercaba y lo observaba con indiferencia, que aquel ángel destino a servir a la parca se llevaría todo su sufrimiento hacia otra parte... que en el limbo se libraría un juicio y se desidiria su destino, él no sabía que ella le castigaría por el sufrimiento que le hizo pasar en vida, de una forma más cruel y eterna, sin repudio, sin dolor, sin lastima, porque ella ya no era humana, sino una servidora de la muerte.
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Escaparates de la luna